Jose Manuel Ramos Centeno. Director de programas en Euroforum.
La biografía de grandes personalidades, que a lo largo de la historia han dejado su huella de una u otra forma, ofrece en muchas ocasiones aprendizajes y experiencias muy útiles.
Una trayectoria que logra sobresalir del resto y es merecedora del reconocimiento público no es más que un libro abierto con interesantes lecciones de vida. Habitualmente buceo en el recorrido de esas personas, y en la forma en que adquirieron aquellas habilidades por las que han destacado. De ese análisis se pueden extraer conclusiones que permiten evaluar, replantearnos y mejorar la forma en la que nosotros mismos aprendemos y nos capacitamos.
Un viaje a Amsterdam me ofreció la posibilidad de conocer el Museo Van Gogh. Para aquellos que no lo hayan visitado, se trata de una pinacoteca que reúne más de 200 pinturas y dibujos expuestos con un criterio cronológico.
La exposición apuntaba muchos aspectos de la evolución del artista y dejaba entrever ese temperamento que le hizo único. Pero, junto a los cuadros, no pude evitar prestarle una atención especial a los detalles de su trayectoria.
Van Gogh y sus múltiples cualidades.
Como decía antes, cualquier persona que ha sido merecedora de contar con un hueco en la historia ofrece alguna enseñanza. El pintor holandés es un claro ejemplo de ello porque, desde mi punto de vista, mostraba unas cualidades destacables:
Inquietud. Carecía de habilidades innatas para la pintura. Ni siquiera había estudiado nada relacionado con esta disciplina. Es más, su inclinación hacia el mundo pictórico llegó tras un tiempo trabajando como comerciante de arte. Tenía 27 años cuando decidió que quería ser pintor.
Pasión. Van Gogh se formó en las técnicas pictóricas básicas a través de medios diversos. Desde la lectura de libros, la visita a academias y museos, hasta los contactos mantenidos con amigos y maestros ilustrados. Su formación se regía por cierta anarquía y de hecho en algunas academias en las que estudió fue considerado un excéntrico que no era capaz de seguir el método académico y cuestionaba a sus profesores.
Inspiración. Su actividad epistolar con otros artistas y el contacto con las distintas corrientes pictóricas le impulsaron a experimentar de forma constante (autorretratos, puntillismo, estampas japonesas, nuevas versiones de otros autores…) y fueron claves en la posterior definición de la técnica por la que ha pasado a la historia (colores vivos y contornos marcados).
Comunicación. Demostró una gran capacidad en sus obras para contar historias, más allá de captar un instante en el tiempo. En algunos casos estas historias tenían que ver con el estado de ánimo que le producía su entorno: una persona, un paisaje, una habitación… Él fue único a la hora de plasmar tanto en las formas como en los colores su particular visión de cada momento.
A nivel práctico, y de cara a nuestro futuro profesional, identifico 5 claves a tener en cuenta:
- No te convierte en experto ni la edad, ni el tiempo que lleves estudiando un tema. En apenas 10 años la actividad de Van Gogh fue prolífica: 864 pinturas y 1.200 dibujos y grabados, siendo fuente de inspiración para numerosas generaciones posteriores.
- La inquietud, el interés y la pasión que le dediques a practicar y experimentar se convierten en un factor decisivo.
- La relación con otras personas con inquietudes diversas, incluso alejadas de nuestros intereses, es una de las mejores formas de enriquecer y mejorar nuestras capacidades.
- Es muy recomendable acceder a distintos tipos de recursos para conocer otras perspectivas y tener una visión global.
- Si quieres dejar impronta y ser diferente, es imprescindible desarrollar tu propia identidad.
Y para acabar, no olvidemos nunca que a través de las emociones siempre proporcionamos un valor añadido a cualquier iniciativa que emprendamos.
¿Te identificas con alguna de estas claves? ¿Consideras que es necesario incorporar alguna más?