El aspecto emocional es una de las claves más importantes de la inteligencia. Siempre se…
Marcos Martínez Jurado, del departamento de Formación y Desarrollo de Euroforum, publica en DirigentesDigital un artículo sobre la aportación de la inteligencia emocional a las organizaciones.
Las personas son el pilar fundamental de las empresas. Cualquier proyecto empresarial que llega a buen término lo hace gracias a las ideas y a la acción de todos los miembros que integran la organización. Personas cuyos conocimientos técnicos y profesionales han alcanzado un nivel sin precedentes hasta la fecha y que han visto reformulado su desempeño a la hora de adaptarse a un entorno tan volátil como el actual. Individuos capaces de levantar puentes, volar aviones, manejar enrevesadas aplicaciones informáticas, construir hogares, vender artículos o realizar trasplantes imposibles en su aporte diario. Seres sintientes que deben igualmente aprender a lidiar con su faceta emocional, la mayor parte de las veces, a costa de hacerlo por ensayo y error. O por mero descubrimiento…
Afortunadamente, cada vez son más frecuentes las escuelas de negocios, las universidades y los entornos educativos que integran contenidos relativos a la Inteligencia Emocional en sus ofertas formativas. Lentamente, y como un caballo de Troya, el conocimiento y la gestión de las emociones van ocupando un espacio habitual en los distintos itinerarios curriculares. Suman a la formación académica tradicional una dimensión humana necesaria y fundamental, que ayuda a no perder de vista que somos personas, trabajando con y para otras personas dentro de un marco empresarial. Y que, en definitiva, tanto las empresas como las personas buscan el progreso y el bienestar.
Invertir en formación en Inteligencia Emocional para los empleados significa atender sus demandas como profesionales y como seres humanos, aunando sendas facetas en una única vertiente más homogénea. Pone a disposición de las personas una serie de habilidades que favorecen la gestión emocional individual, social y su consecuente impacto en el clima organizacional. Bien enfocada, y parafraseando al gran Eduard Punset, nos ayuda a poner un nombre a lo que nos pasa por dentro. Y, por lo tanto, a mejorar nuestra comunicación evitando que se enquiste una gran parte de los conflictos. El adecuado tratamiento de las emociones puede llegar a convertirse en una herramienta esencial para tratar con comportamientos tóxicos propios y ajenos. O bien para ayudar a encontrar la energía necesaria para afrontar los múltiples retos que la tozuda realidad nos plantea a diario. Nos pone en contacto con nuestras posibilidades, nos impulsa a reconocer nuestros límites invitándonos a superarlos. Combina realismo y cierta dosis de aventura, recordándonos que no somos una especie estática sino en continua evolución.
La experiencia nos dice que una persona feliz, que se conoce y se esfuerza por superarse, es generalmente un trabajador responsable y vinculado con el propósito empresarial. “Poner el corazón” en lo que hacemos y a la vez “mantener la cabeza fría”, nos impulsa a desatar los nudos y a tratar de formar parte de la solución en lugar del problema. Nos recuerda que nunca son tanto los acontecimientos como la lectura que hacemos de ellos. Y que en nuestra mente, todo es posible si asumimos la parte de responsabilidad que nos corresponde cuando se trata de nuestra felicidad personal y profesional…